miércoles, 19 de septiembre de 2012

Promesa cumplida [Prussia x Austria]

Éste se trata de un ONESHOT (un sólo capítulo) de género YAOI (chico x chico) de la serie  Hetalia (World Series Hetalia). Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!

La pareja que sale en este capítulo es Prussia x Austria (Gilrod o Gilbert x Roderich). 



“Prometimos que nos veríamos algún día, en aquel lugar. Cuando terminaran las guerras, olvidaríamos nuestras batallas y sin rencores, haríamos las paces”

-Roderich… Roderich….

Abrió los ojos al reconocer esa voz. Estos se abrieron y vieron a un sujeto inclinado hacia él, con una sonrisa maliciosa en los labios y penetrándole con aquella mirada especial de pupilas rojas.

-         ¿G-Gilbert? – tartamudeó con dificultad.

No podía creerse que fuera él, pero sí, lo era. Aquel cabello gris era irreconocible. Ese rostro lleno de malicia era demasiado único.

Se despejó de inmediato y miró a su alrededor. Ambos estaban sentados en un banco de algún parque. En mitad de un camino de piedras, estaban rodeados de un jardín sumamente precioso e interminable: pues no se veía nada más que prado y  naturaleza a lo lejos.

Cerca de ellos había varios árboles tapándoles el sol que tanto iluminaba el día. No era un día especialmente caluroso pero debían estar en una estación agradable, como la primavera.

-         ¿Por qué te has dormido? ¿No querías helado? –le insistió de nuevo Gilbert esta vez borrando la sonrisa de sus labios y bajando las manos en las que agarraba en cada una dicho aperitivo.
-         ¿Eh? ¿Helado? ¿Cuándo…

No recordaba nada sobre ningún helado. No sabía que hacía allí, dónde estaba, y sobre todo, qué hacía con Gilbert. Era algo imposible, irreal. Eso no podía suceder; y lo sabía muy bien.

-         Te has dormido mientras iba a por el helado.-le explicó el chico entonces; terminando dándole uno, entrompando los labios y frunciendo el ceño.- me mosquea un poco tu desinterés.-gruñó como último.
-         Gilbert…-volvió a llamarle.

No pudo resistirlo. Se acercó a él hasta rozar la nariz con la suya. En ese instante lo miró fijamente a los ojos, como si en cualquier momento estos fueran a desvanecerse o perder el color.

-         ¿De verdad eres tú, Gilbert?- preguntó.

Debía serlo. Ese aliento cálido sintiéndose sobre su piel, ese aroma...

La bola que había sobre el cono de Gilbert terminó en los pantalones del mismo, incrédulo y nervioso por un acto tan repentino no propio del Roderich de siempre.

-         ¡AH!…-gritó el prusiano alarmado al notar el frío contacto. Se levantó, haciendo así que el helado cayera al suelo. Comenzó a esparcirse la mancha con una mano, aún algo nervioso.- C-Claro que lo soy, ¿No habíamos hecho una promesa de qué tendríamos una cita aquí?

-         Una cita…-repitió Roderich aún atolondrado. Ahora que lo miraba bien, ¿ese era el viejo parque de la plaza? Se le parecía. 

Cómo no iba a recordar la cita; había permanecido en su cabeza desde el día que la prometieron. Cada día había pensado en ella, y siempre había tenido la pequeña esperanza de que algún día se cumpliría.

Era tan surrealista que muchos le habían insistido que dejara de tener falsas esperanzas. "La esperanza es lo último que se pierde" es lo que solía repetirse para no perder el juicio. 

-         Yo sabía que…algún día… -balbuceó entonces con la mirada aún perdida. Sin poder evitarlo, sus ojos comenzaron a desbordar lágrimas silenciosas.

En cuanto las gafas se impregnaron de gotas, se las quitó rápidamente y empezó a frotarse los ojos intentando contener todo lo posible aquel sofoco que se le estaba provocando sin él quererlo.

Las mejillas se le habían tornado rosadas y un ligero temblor recorría su cuerpo. Roderich intentó abrir aquellos ojos azulados hacia Gilbert de nuevo. No quería perderlo de vista por temor a no volver a verlo. Sus ojos acuosos visualizaron su silueta a duras penas; borrosa por las lágrimas, pero aún a su lado.

-         ¿Qué… sucede Roderich? ¿He hecho algo malo ahora?-le preguntó esta vez el joven con un tono de preocupación.

Había estado deseando tanto aquel momento que no pudo evitarlo; alzó los brazos y rodeó al chico, dejándose caer en él y escondiendo el rostro en su pecho. Su helado cayó al suelo, haciendo compañía al de Gilbert que llevaba ahí abandonado por un rato sin que ninguno se hubiera dado cuenta. 

-         Gilbert… No puede ser que estés aquí, a mi lado…-gimió como le fue posible teniendo dificultad por el nudo de su garganta. Para colmo tener la cara pegada a la suave camisa del prusiano no ayudaba mucho.
-         Claro que estoy a tu lado.-le respondió Gilbert tras unos segundos de sorpresa. Le sonrió, acariciándole el cabello con algo de miedo como si en cualquier momento Roderich se fuera a romper de lo tan frágil que parecía.-Hicimos una promesa, ¿recuerdas? Lo que yo prometo lo cumplo.

Esas mismas palabras fueron las que le dijo la última vez que se vieron. Apretó con los dedos las prendas de Gilbert al sentir aquella emoción en su cuerpo por escucharlas de nuevo.

Por eso había estado confiando en él día tras día. Por eso no había perdido la fe. Porque ciegamente había creído en sus palabras, o mejor dicho, porque había creído en él. A pesar de lo surrealista que era una parte de su interior estaba convencida de que, tal como todo de lo que Gilbert se pavoneaba, lo terminaría haciendo. Porque era así de cabezota. 

-         Tonto.-susurró como respuesta.
-         ¡¿Q-qué?!-se alarmó el peliplateado de inmediato frunciendo el ceño y borrando la sonrisa.- ¿¡A qué viene eso?!

La alteración del prusiano no le afectó en absoluto. Lentamente se despegó de su pecho y lo miró a los ojos con una grata sonrisa. Estaba feliz, tan feliz que sentía como si su vida se hubiera completado al fin. Había estado tan vacía.... tan vacía esperando aquel momento.

Sacó un pañuelo de su bolsillo y comenzó a frotar sobre el pantalón de Gilbert con cuidado.

-         Pues porque me has hecho esperar mucho tiempo.-le confesó mientras limpiaba. Por un momento se reflejó en él toda la tristeza que había acumulado hasta ese día.- Pensaba que iba a volverme loco al final.

Frunció el ceño y se le quedó mirando con aquel mohín de preocupación. No había enojo en él, no había rencor; sólo tristeza.

Gilbert rodó los ojos hacia un lado y se rascó la nuca. Una vez Roderich dejó de limpiar y el pantalón quedó “algo” más limpio, finalmente dijo:

-         Lo… ¿Lo siento? No ha podido ser antes.-torció el morro enseguida.-¿Por qué debería disculparme? Ha sido por culpa de la situación, todo nos ha dificultado el camino, ¡no yo! -Ya se estaba alterando, como solía hacer.- ¡Si hubiera sido por mí te hubiera visto años antes!

Enseguida el cuerpo del prusiano que se había comenzado a agitar se relajó en cuanto la mano de Roderich acarició su mejilla.

-         Es que no quiero que te disculpes.-le susurró. En su rostro se dibujaba una pequeña sonrisa; pequeña, pero era una sonrisa después de todo.- Lo sé, sé que ha sido culpa del destino.- Con los dedos acariciaba aquella blanca y tersa piel que tanto había deseado tocar. Mirándole fijamente, el parque y lo de su alrededor se había desvanecido, existiendo sólo ellos dos en aquel mismo instante.- Es más, no sé como expresarte el eterno agradecimiento que siento por haber llegado hasta aquí a pesar de todo.

Éste le devolvió la sonrisa, y con picardía llevó el dedo índice a los labios, señalándolos. Él sabía muy bien como quería su premio. 

Lo poco dotado que estaba sobre ese tipo de situaciones hizo que eso le provocara un vuelco en el corazón mayor de lo normal. Si Gilbert hubiera permanecido así sin decirle más, posiblemente habría terminado asustado echándose hacia atrás a pesar de lo mucho que ansiaba esos labios; sin embargo no parecía que Gilbert se lo hubiera pedido, ya que lo amarró de la muñeca y lo tiró hacia delante para que ambos terminaran besándose.

Esos labios presionando los suyos debían ser reales, de cualquier forma o manera. Los sentía demasiado;  eran demasiado cálidos. Cerró los ojos sintiendo un cosquilleo por todo el estómago, olvidando todo; incluso el tiempo y el espacio. ¿Era así como se sentía uno al besar a alguien? No,  estaba convencido de que no. Era porque estaba besándolo a él. Besando a esos labios que por tiempo le habían parecido tan inalcanzables. 

No quería apartarse, quería estar así un poco más. Pero Gilbert se despegó de él suavemente. Interpuso entre sus labios y los suyos el dedo índice que antes había alzado y le susurró:

-         ¿Sabes lo mucho que deseaba decirte que te amo mientras nuestros rostros se ven así?-Apartó la mirada de sus labios y con atrevimiento la alzó hacia sus ojos. Ahora era él quién estaba a punto de llorar.-Créeme no eres el único que lo ha pasado mal.-de nuevo sentía su respiración suave.-He sufrido mucho al ver que era incapaz, debido a que…

Roderich cerró los ojos con fuerza con el corazón encogido. Sabía lo que Gilbert le iba a decir; no había querido ni siquiera pensarlo porque algo le decía que todo terminaría esfumándose.

Inclinados ambos el uno hacia el otro; la mano de Gilbert se deslizó hasta debajo de su barbilla. Mientras Roderich no abría los ojos por el miedo que empezaba a sentir.

-         ¿Entonces tú… de verdad…-se atrevió a decirle con dificultad sin parpadear una pizca y con todos los músculos tensos.

Evidentemente era verdad; no sabía por qué estaba preguntando algo que desde un principio había estado claro. Una parte de él negaba que fuera cierto; pero no debía engañarse así mismo.

Una pena y dolor invadió su cuerpo; ya tan familiares para él pues las había estado sintiendo desde hace muchos, muchos años. Por un momento se había olvidado de ellas. La realidad le azotó en ese instante, despejándole de ilusiones.

-         Estás muerto, Gilbert, ¿Verdad? –preguntó y se atrevió a abrir los ojos.

Lo cual fue un error. Al abrirlos lo único que vio fue el techo de su habitación. Tragó saliva y acarició su propia mejilla, aún sintiendo el tacto de la mano de Gilbert en ella; como si la hubiera apartado tan sólo un segundo antes de haberlos abierto.

Apretó los labios y entrecerró los ojos con angustia. De nuevo las lágrimas salieron de sus ojos; esta vez cayendo en el colchón, acompañadas de pequeños quejidos. Sus puños apretaban las sábanas con impotencia.

“Hicimos una promesa, ¿recuerdas? Lo que yo prometo lo cumplo.”  Resonaba en su cabeza.

Sabía que Gilbert cumpliría su promesa, fuera como fuera; encontraría la manera. Rompiendo lo imposible, haciéndose camino en lo abstracto pudiendo llegar hasta él... mediante un sueño.

LAUZ









2 comentarios:

  1. Es muy hermoso y triste, me encanto la redacción. Ahora por culpa de hetalia cada vez que pienso que prusia ya no existe me duele el kokoro. se que es un poco tarde pero este one- shot merece aunque sea un comentario.

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    1. De hecho, Prussia no puede desaparecer, debido a que es y sigue siendo parte de Alemania, so, te aseguro que no está muerto c:

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