viernes, 9 de noviembre de 2012

Cómplice de secretos 3 ª Capítulo


Éste se trata de un FANFIC de género Romance y tragedia de la serie  Harry Potter. Este es el 3ª Capítulo del contenido, para ver los siguientes tan sólo le tendréis que dar click en el título que deséeis del índice. Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!

Resumen: Debido a que esta historia es muy larga, voy a haceros un pequeño resumen del contenido. La historia se basa en Harry Potter, sin embargo nuestros protagonistas son originales. Loga y Alexei además viven en un ambiente muy alejado al que se cierne la historia de Harry Potter; nos centramos en la época de Tom Ryddle cuando cursaba Hogwarts. Por lo que, salen personajes de la serie; pero éstos son muy pocos y más bien en su época más joven. También nos encontraremos con familiares de personajes que o bien son inventados o que han sido alguna vez nombrados en los libros. 

La historia gira alrededor de ellos dos. Loga es una chica presumida, extrovertida y escandalosa, de la casa de Gryffindor. Mientras que Alexei es un muchacho tranquilo, frío y reservado, de la casa de Slytherin. Pero el choque continuo que hay entre ellos no es el verdadero problema de la situación; en el colegio comienza haber extraños acontecimientos; y es que, en realidad nadie sabe con detalles la historia trágica que envuelve el año en el que por primera vez se abrió la Cámara de los Secretos. Con el tiempo, nuestros protagonistas se verán envueltos en el problema sin darse cuenta y, mientras Alexei esconde un verdadero secreto que intenta ocultar al colegio, Loga es conducida lentamente hacia una trampa mortal de la cual jamás podrá salir. 



· ·       índice    ··

1 ª Unos malos inicios 

2ª Disparates y más disparates








3: Catigados : Loga







-         Entiendo que te hayan castigado por haber sido una completa estúpida entrando en la Biblioteca como si fuera el Bar de la esquina, -comentó el joven cruzándose de brazos y mirando hacia el lado contrario en el que ella estaba.- pero lo que no llego a comprender es porque me han castigado a mí también.

Sí, allí estaban los dos. Castigados en la sala de profesores esperando a que alguno de ellos llegara para recibir su castigo. La mujer de la Biblioteca había decidido que ambos tenían la culpa, Prideoux por el alboroto y Bryant porque “parecía” estar involucrado en ello. Eso último sin duda le parecía injusto al muchacho.

-         Sino me hubieras ignorado durante toda la mañana, esto no habría pasado, idiota.-escupió ella pataleando y mirándole, pero le molestó al ver que éste le ignoraba mirando por la ventana.-¡¿Se puede saber por qué no me escuchas?!
-         No soy como los demás, no pienso hacer caso a tus órdenes, niña mimada.-le aclaró sin despegar ni un momento los ojos de la cristalera.-No funciona el truco ese de la chica Veela para mí.

Loga volvió a patalear y por las ansias casi volcó la silla en la que estaba sentada. Le miró por varios segundos hinchando los mofletes y entonces esbozó una sonrisa.

-         ¿Entonces por qué no me miras?-sugirió más tranquila.- Seguro que es porque te pongo nervioso.

Sí, definitivamente esos trucos tampoco servían con ese chico ya que no le dirigió la mirada y no es que se hiciera el despistado; de verdad le estaba ignorando. Pero no, a ella realmente no le gustaba que nadie más que ella se saliera con la suya.

-         Te digo que me mires, estúpido…-le ordenó apretando los dientes.

Le palmeó fuerte la rodilla, se apoyó y con la otra mano le giró la barbilla. El chico intentó evitarlo haciendo fuerza hacia el lado contrario pero obviamente una cabeza no tenía más fuerza que una mano.

EL contacto directo provocó que éstos esbozaran un verdadero gesto de asombro. No fueron ni dos segundos lo que pudieron mirarse directamente a los ojos ya que el chico los entrecerró como dos rajillas y finalmente colapsó. La empujó con ambas manos y la silla en la que ésta se sentaba finalmente cayó.

-         ¡OYE, IDIOTA!-gritó eufórica levantándose de un salto más caer.-¿¡Te parece bonito empujar a una chica?!
-         Me da igual si eres una chica o no, a mi nadie me fuerza a nada.-zanjó él volviendo a cruzar los brazos y mirándole con desafío.-Ya te lo he dicho, no funciona conmigo, porque consigas hacer lo que quieras con la mayoría no significa que con otros sí. Además.-añadió frunciendo ligeramente el ceño.-¿Culpable de qué? No intentes meterme en líos, yo no he hecho nada.
-         ¡Mentiroso!-gruñó ella desplegando brazos y piernas.

Corría directo hacia él. De verdad lo  hacía, quién sabe lo que habría pasado allí ¿una pelea? Sino fuera porque el profesor llegó y con un movimiento de varita levantó la silla interponiéndose en medio de ellos dos.

-         ¡Ya basta!

Quien se había interpuesto había sido el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Kane Damian, que no parecía estar muy de buen humor acompañado del Profesor de Historia de Magia, el aburrido y anciano Cuthbert Binns al que todo alumno detestaba o más bien prefería ignorar (en especial en sus charlas aburridas de clase) su aflautada voz.

-         ¡Señorita Mercoux, señorito Lorey, por favor comportaos como serios alumnos!-exigió éste último, siempre acertando en los apellidos.

No tuvieron otra más que obedecer. Así que Loga se contuvo, cogió la silla y se sentó a regañadientes al lado del chico el cual se mantuvo rígido y esperando en posición al frente.

-         A ver, ¿A qué se debe todo este escándalo?- prosiguió el profesor Damian que  al sentarse en la silla dio un suspiro y miró de reojo unos cuantos papeles que habían en la mesa. Binns se limitó a mantenerse de pie a su lado, con su gesto aburrido de siempre.

Damian era un hombre bastante joven comparado con el resto de personal que había como profesorado; su edad debía rondar sobre los cuarenta, y bajo esa apariencia desgastada se apreciaban rasgos atractivos. Solía vestir de cuero, en ocasiones hasta podía vérsele la ropa estropeada y sucia. Con gabardinas largas y botas desmesuradas, parecía un auténtico cazador de lo oscuro, o al menos ese era el rumor que se corría por Hogwarts. Llevaba el cabello moreno recogido en una larga coleta y siempre iba a medio afeitar. En situaciones normales era una persona agradable, pero cuando alguien conseguía hacerle enfadar o no estaba en una muy buena época, podía apreciarse su mal temperamento.

Era obvio que en aquel instante no rebosaba de simpatía. Los miró con unas grandes bolsas debajo de sus verdosos ojos y arqueó una ceja esperando la respuesta de alguno.

-         Verás, Kane…
-         Profesor Damian.-le corrigió de inmediato él a la entusiasta muchacha que ya en menos de tres años le conocía demasiado bien. Le había dado demasiados problemas en clase, ya sea por discusiones o por utilizar las propias defensas de  las Artes Oscuras en contra de otros alumnos. Además, tenía la dichosa manía de tutearle sólo por tratarse de un profesor joven. Chasqueó la lengua y tamborileó los dedos.- le te he dicho mil veces que cuides tu forma de hablar, señorita Prideoux.

Ésta puso los ojos en blanco y apartó un mechón de la frente con un resoplido.

-         “Profesor Damian” –dijo ésta con cierto rin tintín que sin duda no ayudó mucho a mejorar la situación.-Yo sólo quería encontrarme con ESTE individuo.-señaló a Alexei mientras sin darse cuenta alzaba la voz demasiado.-Porque se me acusa de haberme chivado cuando es él el culpable.
-         ¿¡Qué?!-se sobresaltó éste mirándola, curvando la boca sin poder creerse lo que oía.-¡¿Pero qué tonterías puede llegar a soltar esta papanatas?! ¡Yo no me he chivado de nada!
-         ¿¡Cómo qué no?! ¡Él único que pudo chivarse del huevo del Longhottom fuiste tú! Porque el resto no pudimos ser.-concluyó ella cruzándose de brazos. Cerró los ojos, con la barbilla en alto para variar.
-         Siento deciros que quién me informó sobre el huevo de Longhottom fue la señorita Myrtlle.-les interrumpió entonces el profesor Binns avanzando unos pasos hasta ellos para tomar su atención.- y debo añadir, que hizo bien en decírmelo, ya que ese huevo sin duda se trataba de algo peligroso en el que el profesor Dicklet y yo estamos investigando todavía. 

Loga, que aún no había dejado de mirar a Alexei, se quedó segundos patidifusa por lo que acababa de enterarse. Pudo ver como el chico arqueaba las cejas con predominio, satisfecho por haberle dejado tan mal.

-         Bien, así que como pueden ver, profesor Orphen, profesor Binns.-comentó entonces Alexei con una perfecta educación mientras inclinaba la cabeza hacia delante. Sonreía, estaba sonriendo de forma victoriosa y eso a Loga le hizo sentir ciertas ansias de venganza.-Yo no tengo nada que ver en esto, así que puedo marcharme.

Iba a alzarse, pero entonces fue el profesor Damian que dio unos golpes rudos en la mesa con la mano y lo asustó haciendo que el poco movimiento lo retrocediera lentamente hacia atrás.

-         Aquí nadie es inocente, me importa un bledo quién fue el causante y quién el consecuente.-les gruñó con la cabeza cabizbaja y aún apoyando la mano sobre la mesa.- El problema consiste en que ambos terminasteis haciendo un escándalo en la Biblioteca por un estúpido huevo, así que, LOS DOS estáis castigados.-enfatizó aquello último, alzando dos dedos.-Ayudaréis al profesor Binns a preparar tarea escolar después de clases hasta que él decida. Y hasta aquí todo.

Se dio por finalizada la reunión y Damian se levantó, haciendo ruido con todos esos aparatosos cinturones de tantas hebillas y cadenas enganchadas por todas partes. A Loga le debió molestar lo que le había dicho, o quizá porque le había castigado; porque al pasar éste, volteó la cabeza en dirección contraria de forma exagerada demostrando su enojo. Cuando quedaron solos con Binns, éste les explicó dónde tendrían que ir a partir de mañana y siguiéndoles el paso, se marcharon cada uno a su respectiva habitación.

No había sido para tanto. Eso es lo que pensaba ella. Tampoco nadie había salido malherido o ni siquiera nadie se había quejado allí en la biblioteca exceptuando la amargada bibliotecaria que tan mal le caía. Una vez le amenazó que si volvía a pasar por allí, avisaría a los profesores para que le expulsaran. Sólo porque según ella, siempre que iba era para gritar o hacer de todo menos leer o estudiar.

Aquella noche fría, en la que se tuvo que enrollar en las sábanas tal como un capullo para soportar bien el frío, soñó con sus días de infancia. En esos días de invierno en los que su madre se ponía a su lado y la abrazaba. El calor que ella propagaba era tan gratificante y afable que siempre le hacía dormir, aunque ella hubiera tenido un mal día. Por eso, siempre le había gustado más el invierno que el verano. Ahora, le daba bastante lo mismo. Pues, en los inviernos gélidos como aquél ahora no había nadie para hacerlo.

-         ¿No vas a venir? ¿De verdad? ¡Aún estás a tiempo!

Desde el primer día de clases, Runas Antiguas siempre transcurría así. Giselle y ella se ponían juntas, entonces ésta aprovechaba para siempre preguntarle lo mismo. La “reunión secreta” de los Slytherin. La que ese mismo día iba a realizarse. Por fin, sólo esperaba que una vez sucediera, Giselle le dejara en paz y se olvidara de fiestas.

Loga le devolvió una mirada furtiva en la que podía verse el mal genio sumado a lo de ayer y a que eran tempranas horas de la mañana. La chica pegó un bote del susto y palideció.

-         Como me lo vuelvas a decir, te juro que te dejo de forma que te será imposible ir a la fiesta.-aseveró amenazadoramente.
-         ¿H-ha pasado algo malo?-adivinó ella alzando las manos en son de paz.
-         Me castigaron.

Giselle cerró la boca, meditativa. A los minutos, mientras el profesor seguía dando páginas de aquel aburrido libro de Runas y los alumnos seguían en aquel silencio sepulcral, sinónimo de un aburrimiento colectivo, Loga apoyó la cabeza sobre el libro por unos momentos y le confesó:

-         Me castigaron con ese chico de Slytherin, ¿recuerdas? El que buscaba para quitarme el muerto de encima.
-         Ya te avisé de que sería mejor que no lo hicieras.-le reprochó Giselle con dulzura sintiendo pena por su amiga.
-         No es necesario que me lo digas, de todos modos yo me había olvidado de ese. Sólo que apareció tan de repente... tiene una enfermedad extraña o algo así.

La otra parpadeó, dando a comprender que no tenía ni idea al respecto.

-         Dejemos cualquier tema relacionado con Slytherin, ¿de acuerdo?- bufó ella agitando la mano y con ello llevándose la primera riña del día.

Pero los Slytherin no parecían ser los únicos que odiaban a Loga, aunque eso era algo que ya sabía. Al pasar cinco días, Loga se enteró de que las gemelas fantômes habían sido las causantes de la desaparición de su marco de fotos. Se lo habían quitado por mero entretenimiento. Cuando consiguió saber donde estaba, la foto ya estaba estropeada e inservible. Habían jugado con ella como si de mierda se tratara.

-         ¡Os JURO QUE OS MATARÉ!-bramaba ella en medio de la Sala Común.

Una chica que también compartía con ella habitación se lo había dicho, más bien por lástima. En cuanto Loga vio a las gemelas cruzar por el cuadro de la Sala, las alcanzó y tuvieron que ponerse varios alumnos por medio, entre ellos, Hagrid, para que aquello no acabara peor de lo que ya estaba.

-         Loga, cálmate. Tuviste un castigo, y a este paso te van a expulsar…-le decía su amigo Hagrid.

Pero no, ella no podía calmarse. En lo único que pensaba en ese instante era en arrancarles a la vez cada pelo de aquella caballera. Fingió calmarse, o quizá fue un lapsus en el que el mareo le hizo perder fuerzas y entonces la soltaron. Apoyó la cabeza sobre una mano, sintiendo lo de su alrededor tambalearse.

A los dos segundos, se había abalanzado de nuevo contra ellas. Había pillado de tan imprevisto a todos que ninguno tuvo tiempo de interponerse. Loga les cogió fuerte de la túnica arrojándolas violentamente contra el suelo y en el momento en que ésta sacaba la varita y por las escaleras llegaba ya un prefecto, Hagrid le cogió de las axilas y se la llevó por delante. Abrió el cuadro, y corrió arrastrándola.

El resto de alumnos de Gryffindor tan sólo no supieron que decir una vez el prefecto llegó. Éste se encontró con las dos gemelas arrojadas en el suelo, una desmayada y otra echando sangre por la boca.

Por el camino, a medida que se alejaban Hagrid y ella de la Sala Común, corrompió a un lloro de lágrimas a causa de la impotencia y la rabia.

Sabía que no sólo era envidia. Cuando otras personas le hacían cosas así, no sólo se trataba de eso. Loga sabía perfectamente que era su carácter muchas veces lo que causaba el odio de los demás. A pesar de saberlo, ella nunca iba a aceptar que era un error suyo. Porque ella era así y sino la aceptaban era su problema.

Hagrid la llevó fuera del castillo puesto que con el frío que hacía era más difícil que alguien paseara por allí y cualquier profesor que los encontrara preguntaría al respecto; y ni Loga estaba para dar excusas ni tampoco él creía encontrar una en ese momento.

-         Ey, Loga. Vamos, cálmate. –le insistía Hagrid continuamente.- Esa fotografía seguramente pueda arreglarse, ¿sabes? Sólo es cuestión de mirar algún hechizo, o incluso podamos encontrar la manera de conseguir duplicarla.

La fotografía rota, la que aún ella sostenía dentro de su puño con fuerza, arrugándola. El grandullón ahora le aferraba de los hombros y le balanceaba para hacerle reaccionar. No debía ser su intención, pero lo hacía con tanta fuerza que los lloros y el movimiento casi le hicieron perder la consciencia por un momento.

-         No es la foto… -pudo decir casi de forma inteligible. Le interrumpió un hipo causado por las lágrimas, balbuceó un poco y pudo seguir:-… Son ellas… Me da rabia. 
-         Lo entiendo, ya haremos algo.-le dijo dejando de moverla para dale unas cuantas palmaditas en la cabeza. - Seguro que si se lo decimos a algún profesor tendrán su merecido castigo. Ya verás, tú mientras tanto aguanta. Hace poco fuiste castigada y no te conviene.

Se mordió el labio, viendo el suelo el cual había impregnado de gotas. Se limpió con un puño las mejillas y alzó la cabeza para ver a su amigo que le sonreía con calma. A pesar de lo agradecida que se sentía, no podía evitar mostrarse tensa. Con el ceño fruncido y los labios oprimidos, rasgaba los ojos como si quisiera matar a alguien de verdad.

A las siete en punto tenían que estar en el despacho del profesor Binns. Tal como de costumbre, Loga llegó tarde aquel día. Siempre que entraba, Alexei ya estaba allí. En frente del profesor, sentado al lado de una silla vacía que ella debía ocupar.

Todos los días, Binns les daba unas hojas sacadas de a saber dónde de las cuales ellos debían leer y leer para luego resumir lo que les podía parecer más importante. Esos resúmenes Binns los tendría en cuenta para futuras clases; a pesar de que él ya hiciera sus respectivas conclusiones con esos materiales.

No era que les fuera a beneficiar en cuanto a conocimientos, porque ni siquiera lo que leían les podría servir para clase ya que lo que el profesor les daba eran temas que ellos ya habían dado en cursos pasados. Así que al ver lo poco que importaba, Loga ni siquiera se molestaba en apuntar algo. Cuando lo hacía, era más bien porque se aburría. Por otro lado, Alexei al menos había entregado ya un resumen.

La satisfacción del chico al demostrar a Loga que él no había sido el culpable de nada, se había esfumado con el viento. Expresaba verdadera molestia si las miradas se las cruzaban, debía sentir un gran rencor hacia ella por haber sido castigado injustamente. No le iba a pedir perdón, era demasiado orgullosa. Aunque sí era cierto que se sentía con la labor de solucionar las cosas con esa Myrtle tan sólo para sentirse algo mejor.

-         Siento la tardanza.-se limitó a decir al entrar al despacho.

Cerró la puerta tras de si y fue con paso lento hacia la silla. Le gustaba molestar al otro de su concentración haciendo ruido con las cosas, pero esa vez no lo hizo. Se sentó, cogió los respectivos papeles sin preguntar a nadie y comenzó a leer apoyando la cabeza sobre una mano.

Leyó dos frases y ya se desconcentró. Qué poco interés podía llegar a causar las transiciones políticas que llegaron a tomar con el Ministerio a lo largo de la historia. Había millones de nombres, fechas y todo era contado de una forma tan neutral y poco humanizada que parecía estar leyendo los manuales muggles que enseñaban paso a paso cómo hacer funcionar un aparato (esos a los que su padre tanto recurría).

Se quedó en blanco sin darse cuenta. Entonces pensó que su padre no debía tener ni idea de la foto que ella conservaba. Bueno, la que había conservado. Desvió la mirada hacia arriba y se fijó en el cielo oscuro que se visualizaba en la ventana. Su padre odiaba demasiado a su madre. Siempre habían parecido llevarse mal; hasta que al final terminaron divorciándose.

Su padre le había recordado siempre que su madre había sido una mantenida. Pero ella sabía muy bien que la situación no había sido tan fácil; la madre de Loga tuvo que dejar su trabajo al darle a luz. El cuidado de una niña fue más complicado de lo que pensó; y su madre le confesó cuando era muy pequeña, que ella al principio había dejado el trabajo de forma temporal hasta que creciera pero con los años no se atrevió a volver por miedo a perderla.
<<Mi trabajo significa arriesgar tu vida al día a día, pequeña.>> Le dijo con esa tierna voz. Siempre le cogía en brazos, le abrazaba casi por cualquier excusa. <<Antes no me daba miedo hacerlo, a pesar de tener a tu padre. Ahora estando tú, es un miedo que me abordaría hasta en sueños>>.

Si hubiera tenido voto en aquella ocasión; Loga habría decidido quedarse con su madre sin lugar a dudas en el momento del divorcio. Pero en el juzgado ni siquiera hubo discusión; la madre de Loga no tenía ni un hogar ni un oficio fijo. La decisión estaba clara y su padre se quedo con su custodia.

Loga volteó la cabeza hacia el lado contrario, esta vez mirando la cantidad inmensa de libros que había en el despacho y que hasta ahora no había reparado su atención. Lo que hacía el aburrimiento.

¿Qué había sido de su madre? Pues, tal como su padre le había dejado de esa forma tan cruel; seguro que había terminado siendo una vagabunda o teniendo un oficio de camarera y viviendo a duras penas en algún lugar de Francia.

De pequeña fue algo que le ofuscó durante años. Quiso encontrar la manera de contactar con ella, pero su padre se lo impedía y por otro lado su madre no daba señales de vida. Y al vivir en Inglaterra la cosa se complicó mucho más. Desde ese día, Loga le tomó un rencor inconsciente a su padre; el cual iba en contra de la magia que había desarrollado. Porque claro, el padre de Loga era un muggle. Un muggle que en realidad nunca había aceptado el lado mágico de su mujer, por lo que no lo haría de su propia hija.

Sin embargo, a pesar de lo poco que disfrutó; su madre consiguió enseñarle algo de magia. Se lo pasaron muy bien así y a Loga era una de las pocas cosas que le había fascinado de pequeña. A medida que fue creciendo ella estaba convencida de que quería ser una maga como su madre; al separarse sus padres, no cambió de opinión.

A los once años, cuando recibió la carta de Hogwarts, su padre no se lo podía creer. Él conocía el colegio de Beauxbatons de Francia, porque fue ahí donde la madre de Loga se desarrolló como maga, pero desconocía la existencia de otros colegios (en parte, uno de los motivos por los que la llevó a Inglaterra seguramente debía ser por eso); al igual que Loga, que por un momento pensó que la oportunidad como maga al irse de Francia desaparecería.

A Loga le hizo tal ilusión que a pesar de su padre decirle que no iría, ella investigó por su cuenta. Mandó a sirvientes que mantuvieran en secreto las órdenes que ella les daría, órdenes en las que entraba llevarles al Callejón Diagon. Ella solita se encargó de ir primero al Banco para intercambiar dinero Muggle (el cual tenía demasiado) por mágico, crearse una cuenta allí para poder almacenar casi todo y después ir a comprar todo lo que en la lista le exigían, incluso consiguió un animal. Al poco tiempo, su padre terminó enterándose de todos los movimientos (algún criado debió delatar) pero aunque le amenazó con encerrarla en casa o internarla en algún colegio cualquiera, la palabra de Loga no podía ser refutada.

Y es que, desde que vivió con él, Loga había hecho en la mansión lo que le había dado la gana. Siempre; había recibido castigos, órdenes, incluso le habían amenazado con quitarle caprichos, pero ella seguía en la misma línea. Si era castigada, se pasaba por alto el castigo o se comportaba peor, cualquier mandato para ella entraba por una oreja y salía por la otra y si le quitaban cualquier cosa, ella la volvía a comprar con su tarjeta de crédito (si se la quitaban, entonces robaba la de su padre). Le habían juzgado de caso sin solución; estuvo durante un año en un colegio interno pero ni siquiera terminó el año escolar y le expulsaron por su comportamiento (el cual lo hizo a propósito para que su padre no se saliera con la suya). Con tales hechos, su padre en teoría le debería tener un enorme odio, pero no era el caso. Estaba siempre tan ocupado con su trabajo que quiénes le cogían odio eran los sirvientes o cuidadores, los que en realidad se ocupaban de ella en persona. Y si era respecto al dinero, el padre de Loga tenía tanto que daba igual lo que éste se malgastara por la inmadurez de Loga, ni siquiera él lo notaba en sus recibos.

Al final, haciendo todo lo posible incluso amenazando a sirvientes con que serían despedidos (porque ella ya lo había hecho y sabían que era capaz, obligando prácticamente a su padre), Loga consiguió llegar el primer año al andén nueve y tres cuartos e insertarse en el colegio. Al segundo año, el hecho no le costó tanto. Su padre al igual que los sirvientes debieron notar el enorme cambio. Estar sin ella casi todo el año debía ser un lujo; además cuando ahora ella volvía la situación era distinta. Ya era maga, tenía otros conceptos en la cabeza y en verano u otras festividades estaba más ocupada de lo usual.

Parpadeó comprendiendo que se había quedado inmersa en su pasado. Y todo por esa foto perdida que tanta rabia le daba. No era añoranza por una familia; en realidad que su padre saliera en ella le daba igual.

Miraba los libros por encima de la cabeza del chico y éste se rascó la cabeza, haciendo que el mechón rojizo de su flequillo le llamara su atención; tal como la primera vez que lo vio. Entonces bajó la mirada hasta él, lo miró por unos segundos y luego vio la tirita que aún tenía en la frente.

¿Y esas heridas? Una enfermedad normal no hacía esas heridas. Parecía haberse peleado con un perro callejero en vez de haber caído enfermo. No parecían graves, pero recordaba la de su cuello, la que ahora siempre se tapaba con la bufanda. La primera vez que llegó a clase lo tenía vendado, como si se hubiera hecho un tajo en él. ¿Es que acaso no sabía que las heridas en los cuellos podían ser perjudiciales? Incluso si eran muy profundas podían hacerte perder la voz.

Se palpó el cuello inconscientemente mirando la bufanda del chico, como si así pudiera ver a través de ella o en algún momento se le pudieran ver las vendas, cosa que no iba a suceder.

Desde que lo vio con las heridas recordó que en alguna otra ocasión en años anteriores un chico siempre aparecía vendado o herido por algo. Le sonaba el rumor de un chico enfermo en Slytherin, pero la verdad, era algo que nunca le había dado importancia. 

Reparó en que éste le estaba mirando y que ella seguía con los ojos clavados en él. Le debía haber estado viendo durante todo el rato. El gesto de odio que siempre le mandaba había desaparecido por uno de sorpresa. No desvió la mirada, más bien la mantuvo clavada en sus ojos con ese gesto aburrido que tenía desde horas. Al final éste se debió enojar, porque frunció el ceño molestó y volteó la cabeza en dirección contraria como si quisiera que le dejara de mirar.

Levantó ambas cejas y se encogió de hombros. Tampoco mirarlo era gran cosa ni mucho menos; no era feo pero tampoco la belleza personificada. Medio sonrió con picardía, le gustaba ver como la gente se ponía nerviosa una vez sabía que le estaba dando atención. Porque ese chico ahora lo estaba, al coger la pluma lo hizo con tanta torpeza que se le cayó al suelo. A pesar de lo frívolo que se mostraba, era humano después de todo.

Se aburrió y pasó a mirar la mesa del profesor Binns. Tantos papeles y carpetas le agobiaban; como ese profesor. Esa voz acompasada y aguda en más de una ocasión en clase le había perforado el oído en medio de un gratificante viaje al mundo de los sueños. Tamborileó los dedos y dejó caer un suspiro, expresando la pesadez del tiempo allí dentro. Algo no encajaba entre tanto documento; parpadeó varias y comprendió que estaba mirando la silueta de un huevo.

Sí, el huevo de Longhottom. El huevo de Longhottom estaba allí mismo, en frente de sus narices; reposando en una copa, tan frágilmente como la primera vez que lo vio. ¿Parecía más grande o era impresión suya?

-         Manteneos así, debo ir un momento a hablar con la profesora Nyra de algo muy importante.-aseveró Binns que parecía muy concentrado en los papeles que tenía en las manos. Sin despegar la mirada de ellos, se levantó y se marchó de allí con un paso rápido poco habitual en él.
-         Oh…-soltó Loga de forma misteriosa una vez se cerró la puerta.

Echó levemente el cuerpo hacia delante, extendiendo los brazos cuan largos eran. Alexei no se había inmutado por lo sucedido, ni siquiera había dejado de escribir cuando el profesor les comunicó aquello.

Echada hacia delante, entonces dio un bote y la agarró. La copa estaba en sus manos y en su rostro había una sonrisa victoriosa.

-         ¿Qué haces?-preguntó éste levantando la mirada entonces y viendo lo que agarraba.
-         ¿Tú no eres un chivato, no? Así que no dirás nada si me lo llevo.
-         ¿Eres tonta o te lo haces? Si desaparece justo cuando vuelva, sabrá que hemos sido uno de nosotros dos.
-         No, -negó ella esbozando aún más su sonrisa y le miró con predominio.- ¿Quién te crees que soy? Saco sobresalientes en Transformaciones.

Cogió la cajita en la que guardaba la pluma, la posó en medio de la mesa; sacó la varita, recitó un hechizo y no tardó en tener dos huevos completamente idénticos en sus manos.

-         Que gracia me va a dar cuando el profesor vea que el huevo jamás se abrirá.-rió ella haciendo demasiado escándalo en la sala vacía. Por si acaso alguien llegaba; volteó rápido la cabeza hacia la puerta, vio que estaba cerrada y con rapidez metió el huevo verdadero en el bolsillo, dejando el falso tal como estaba el anterior.
-         Vaya, no sabía que te gustaban los chicos regordetes.-se burló él con aquella mueca que debía ser su sonrisa.

-         ¿Quién te dice que se lo voy a dar?-le soltó ella con rabia, pues sus comentarios agrios empezaban a molestarle.-Es un huevo peligroso, así que estaría bien que Myrtle aprendiera a no chivarse. Quizá escarmiente si por casualidad un huevo que incubaba en la mochila se abriera y se encontrara con una criatura espeluznante…

-         Y que otras personas aprendieran a no juzgar por las apariencias también estaría bien.-añadió él que volvía a mirar la hoja y a escribir con desinterés.

Encorvó los labios hacia un lado y aspiró por la nariz.

-         Mira, si fueras más simpático te pediría disc…
-         No quiero disculpas de alguien como tú.-le interrumpió diciendo aquello con claridad. Encima le molestaba aún más que casi siempre que le hablara ni siquiera le dirigiera la mirada.

Se medio alzó de la silla, mirándole.

Sino fuera porque la rabia acumulada en ese momento la sentía hacia las estúpidas gemelas por lo que le habían hecho aquella tarde, ahora habría cogido la varita y le hubiera retado a un duelo. O lo que es lo mismo, le habría dejado papilla en el suelo de aquel despacho. Pero no tenía ganas, no tenía ganas de nada más que de encontrar la manera para devolvérsela a esas arpías.

-         Bien.-aseveró con un gesto de indiferencia y se volvió a sentar correctamente, volviendo su concentración (o al menos intentándolo) a aquellos aburridos papeles. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario