Éste se trata de un ONESHOT (un sólo capítulo) de género YURI (chica x chica) de la serie Hora de Aventuras (Adventure's Time). Sino te gusta esta temática o la serie te aconsejo que entonces no sigas leyendo, ¡Muchas gracias por leer y no olviden dejar un comentario para decir qué les ha parecido!
Consejo: El episodio está basado tanto en el capítulo Ven Conmigo donde Marceline llama por su nombre a la princesa (Bonnibel) para dirigirse a ella (ésto sólo sale en la versión inglesa, en la española no me preguntéis por qué no lo dijeron) y sobre todo en el capítulo Lo que Fallaba que es donde se delata ciertos sentimientos tanto por parte de Marceline como de Bubblegum. Así que, para entenderlo del todo aconsejo antes ver ambos capítulos.
Gruñó molesta, volviendo a su forma original. Por un momento tuvo la sensación de encontrarse dentro del papel de esos vampiros que esperaban la ocasión perfecta para succionar la sangre de sus preciosas víctimas; jovencitas y hermosas doncellas indefensas durmiendo. Aunque precisamente quién tenía en frente no debía componerse de algo tan normal como lo de una chica corriente; pero no pudo evitar teniéndole cerca sentir que era de verdad hermosa. Mostrando un gesto placentero, sus facciones relajadas resaltaban mucho más su belleza a diferencia de ese ceño fruncido que siempre le había dirigido. Y sus párpados… realmente eran largos y abundantes. En su cabeza no brillaba la habitual corona que debía reposar en algún lugar de la habitación. Sin esa corona parecía menos poderosa. Como si fuera más accesible.
Después de algunos forcejeos con la princesa que no se dejaba destapar, consiguió hacerlo. Se quedó a media frase al ver con sorpresa como la chica verdaderamente cumplía con su confesión. La dichosa camiseta la llevaba puesta.
Consejo: El episodio está basado tanto en el capítulo Ven Conmigo donde Marceline llama por su nombre a la princesa (Bonnibel) para dirigirse a ella (ésto sólo sale en la versión inglesa, en la española no me preguntéis por qué no lo dijeron) y sobre todo en el capítulo Lo que Fallaba que es donde se delata ciertos sentimientos tanto por parte de Marceline como de Bubblegum. Así que, para entenderlo del todo aconsejo antes ver ambos capítulos.
Se trataba de odio, o eso había creído hasta hace unos días.
Siempre le había molestado su reacción; le irritaba el hecho de que sin ninguna
razón la tratara con aquel desprecio y de esa manera tan irritante. Si se
acercaba le ponía mal gesto, si por casualidad había algún momento en que
debían intercambiar alguna palabra entonces o le respondía de mala gana o ni
siquiera lo hacía.
La cabeza de Marceline flotaba del revés, haciendo que el
cabello negro tan largo y alborotado cayera tal como una cortina; meciéndose
con el viento de las montañas. Levitaba a muchos kilómetros del cielo,
meditativa en sus propios pensamientos. Muchas noches eran así de aburridas y
después de saciar su hambre no tenía nada que hacer después de haber procurado
buscar las sensaciones más arriesgadas y atrevidas posibles existentes en la
tierras de Ooo. Sino encontraba ningún entretenimiento más; al final siempre
terminaba reflexionando esas estupideces.
Siento no tratarte como una diosa,
¿Eso es lo que quieres que haga?
Siento tratarte como sino fueras perfecta…
Al igual que lo hacen tus pequeños súbditos.
Sí, recordaba las palabras que había usado en aquella
composición improvisada. Se había dejado llevar por la rabia del momento; la
cara de esa princesa mirándole ofendida, habiéndole llamado desagradable a su
canto, le había irritado de tal modo que todo fue un arrebato instantáneo. Siempre
había sido una verdadera confusión la princesa Bubblegum y su odio inexplicable
hacia ella. Había sentido ese rechazo en muchas ocasiones; pero aquel día, en aquel
momento de inspiración y con su bajo-hacha en mano, no había podido evitar
explotar y expresar lo que sentía.
Nunca había obedecido las órdenes de nadie, y mucho menos lo
iba hacer del reino Candy Kingdom, o mejor dicho de la princesa Bubblegum. Ella
siempre había ido a su aire, siguiendo las normas que ella misma dictaba. Si
eso había sido lo que había causado su odio entonces tan sólo era una niña
mimada e hipócrita.
Sus ojos oscuros como la noche estaban clavados en el horizonte.
No todos podían alardear de tales vistas. La mayoría podía verlo cuando sólo
una pizca del enorme sol se asomaba bañando todo el cielo de una intensa y
hermosa luz anaranjada pero no todos podían desde tan alto y ya sólo contados
lo podían hacer de esa especial manera.
A Marceline le gustaba verlo así; del revés, aunque sin duda le inquietaba
bastante ya que eso significaba que tenía pocas horas para volver a un lugar
oscuro.
Por suerte, aún faltaban algunas horas para que eso
sucediera y por el momento visualizaba un oscuro y penetrante firmamento bañado
por la poca de luz de aquellas estrellas. El paisaje que siempre le acompañaba.
Lamento no ser de azúcar
Y no ser lo suficientemente dulce para ti
¿Es por eso que siempre me evitas?
Debo ser tan molesta para ti
Esas palabras de nuevo. Siempre que cavilaba el mismo tema
intentaba evitarlas; pero por alguna razón las pensaba sin darse cuenta. Era
recordar la canción; y ya podía recitar sólo el principio, que el resto siempre
venía después… Ese día, las frases compuestas surgieron como semillas brotando de su interior. Le
dolía admitirlas, no por lo que decían sino por qué realmente eran sinceras.
Había expresado lo que su corazón sentía. Tanta rabia y frustración pero en el
fondo una enorme tristeza que la hundía.
Ya lo decía en la canción; lo lamentaba. En el fondo,
lamentaba no ser lo suficiente apta para la princesa encaprichada. Su orgullo y
libertad impedía que eso cambiara; aún así contradictoriamente le dolía que la
situación tuviera que ser así.
Cerró los ojos, aspiró cogiendo todo el aire que los
pulmones le permitían y abrió la boca para susurrar con suavidad:
Soy tu problema…
Soy tu problema…
Es como ni siquiera fuera persona
Porque la letra seguía ahí, y enseguida el estribillo venía
y como si fuera de forma obligada, salía por su garganta y terminaba
cantándolo. Aún sin música, se acordaba de cada letra. No sucedía con todas las
canciones; sólo esas que habían surgido de un verdadero sentimiento; tal como
aquella que dedicó una vez a su padre sin darse cuenta delante de Finn. No
expresaba nunca sus sentimientos, pero con las canciones Marceline era como un
libro abierto. Siguió cantando:
Y yo..
Soy tu problema
Bueno… no tengo que justificar lo que hago
No tengo que demostrarte nada…
Lamento existir,
No tenía la intención de estar en tu lista negra
No, no había tenido nunca esa intención aunque la princesita
pensara que sí. Y podría demostrarlo, pero tal como dijo delante de ella con su
canto, no tenía por qué hacerlo.
Y de nuevo la sensación de tristeza y lamentación la
inundaban por dentro, escondidas entre la rabia y la frustración que servían
como excusa perfecta para no sentirse tan vulnerable. Porque odiaba sentirse de
esa manera por otros y prefería estar divirtiéndose o haciendo algo más
productivo que ir llorando por las esquinas.
Abrió los ojos, alzó los brazos y extendió los dedos de las
manos; se quedó un tiempo mirándolos. Debía ser el hambre; sentía que debía
alimentarse del ardiente color rojo de alguna de sus víctimas.
El ánimo que empezaba acrecentarse le hizo entonces recordar
algo. Bubblegum tampoco debía odiarle del todo; no al menos guardaría una de
sus camisetas como pijama si así fuera. Esa camiseta que la había dado por
perdida… se la había quedado la chica y lo más sorprendente; es que parecía
tenerla estima.
Las piezas no encajaban y nunca llegaba a una conclusión en
claro cada vez que su mente visualizaba a la jovencita de cabellos rosados con
la camiseta puesta. ¿Le gustaba el grupo musical? ¿Bubblegum escuchando Heavy
Metal?
No pudo evitar soltar una carcajada. Sin duda era gracioso
pensar algo tan disparatado. Pero sino era así, tampoco había otra explicación.
Una cosa estaba clara, y era que la camiseta le debía gustar hasta tal punto de
ser su objeto más preciado puesto que fue eso lo que el ladrón le robó. Ni
siquiera cuando estaba en sus manos le tenía tanto cariño; al perderla incluso
ni le dio importancia.
-
Vaya…-comentó al reconocer una torre y volteándose del
derecho.
Bajo su cuerpo estaba el elaborado reino de dulces. Tampoco
era tan de extrañar; flotar sin un rumbo fijo le había llevado en varias
ocasiones hasta allí sin darse cuenta. Ahora, sí, era la primera vez que lo
sobrevolaba desde que aquel incidente en el que se confesaron tantas cosas. Por
su parte sus sentimientos; y por parte de la princesa el secreto de guardar con
cariño una prenda suya sin ninguna razón aparente.
¿Era verdad o tan sólo había sido una mentira? Aunque no
encontraba el sentido de mentir sobre algo así. Mejor habría quedado si hubiera
dicho que la guardaba para mantener su odio eterno o algo parecido…
Sin darse cuenta había ido descendiendo. Se encontraba
apoyada en el techo de alguna de esas torres y miraba al frente; directamente
hacia la ventana donde sabía muy bien que debía dormir la princesa.
No se había olvidado del gracioso momento de la confesión de
la joven. Admitía que por un segundo le había parecido dulce y agradable. En
realidad porque, por primera vez había sentido que tenía algún tipo de interés en
ella. Siempre había sido tan repelente que era lógico que el contraste le
hubiera llamado la atención.
Sonrió y fugaz como un rayo, con una humareda negra su cuerpo desapareció dejando
el de un pequeño y divertido murciélago. Pronto, la guardia que creó haber
visto una silueta en el cielo olvidó sus sospechas de inmediato al haberla
perdido de vista.
“Es ridículo que a eso
le llamen guardia Real” pensó al colarse por la ventana sin ningún problema
y por supuesto refiriéndose a los leales súbditos de los que la princesa tan
orgullosa se sentía.
Y ahí dormía ella. Plácidamente sobre la cama, acurrucada
hacia un lado, y ocupando el resto de almohada con su arrosado y azucarado
cabello extendido. En la oscuridad apenas podía apreciarse los detalles, pero
cuando Marceline se acercó no hubo tampoco muchos resultados, puesto que la
joven dormía contra las sabanas ocultándose el cuerpo entero.
Extendió un brazo y levemente le acarició la mejilla; con
curiosidad del contacto. Cálida; la muchacha estaba muy cálida a diferencia de
la fría temperatura que ella tenía. Y no sólo eso; sabía que por lógica debía
estar dulce. E inconscientemente se rechupeteó las labios. ¿Cómo debía ser una
sangre dulce y cálida? Era un diferente sabor que no había tenido oportunidad
nunca de adquirir. Por no decir que sabía que no debía ser necesario ni
siquiera recurrir a su sangre para obtenerlo y eso era aún más tentador.
- ¡Marceline!
La joven había abierto los ojos de par en par; con un gesto
de completo asombro en el rostro. No era de extrañar, la nombrada se había
posicionado encima suya por completo haciendo caer los alborotados mechones
azabache sobre ella.
-
¿¡Qué es lo qué…?-empezó a decirle la pelirrosa en un
tartamudeo; no parecía saber bien cómo expresar tal confusión.
Marceline bajó el rostro hasta el suyo y abriendo
ligeramente las comisuras pasó la lengua por su mejilla; cumpliendo así su
repentino capricho. Por no decir que la chica estaba más apetitosa de lo que
esperaba; de tal modo que no duró ni dos segundos con la boca cerrada para
volver a repetir el mismo acto aunque esta vez pasando de la mejilla al cuello.
-
…Llamaré a la guardia…-le amenazó entre lo que parecían
ser gimoteos; costándole varios segundos en reaccionar y decirlo. Le apretaba
de los brazos con fuerza, quizá intentando detenerle aunque no apreciaba muchos
signos de oposición.
No le intimidó pero le molestó su reacción. Tampoco había
hecho nada malo. Se apartó de ella y le miró con el ceño fruncido.
-
Como siempre, tan agradable conmigo.-refunfuñó y apretó
las sabanas que ella agarraba y estiró.-Me apuesto lo que quieras que todo eso
de mi camiseta debió ser una farsa que maquinó Finn para que yo…
Después de algunos forcejeos con la princesa que no se dejaba destapar, consiguió hacerlo. Se quedó a media frase al ver con sorpresa como la chica verdaderamente cumplía con su confesión. La dichosa camiseta la llevaba puesta.
-
No me lo puedo creer.-soltó con la boca medio abierta.
El rostro sonrojado de la chica era hasta aún más tierno que
la última vez que le vio con ella puesta. Parecía entre avergonzada y enfadada
y con rapidez se volvió a ocultar el cuerpo con las sábanas.
-
Marceline, esto es allanamiento de morada.-refutó con
su afinada voz pero con aquel rintintín lleno de tanta superioridad.- Llamaré a
los guardias como no te vayas de inmediato.-con los puños apretándolos en las
mantas, le miraba y de tanto en tanto desviaba los ojos hacia un lado como sino
los pudiera mantener fijados en ella.
Tragó saliva y aspiró. Se dejó caer, quedándose sentada en
el colchón. La miraba aún perpleja; incapaz de reaccionar. En el
fondo, le había parecido todo tan surrealista que no se lo había creído. Como
si formara parte de un sueño.
Algo parecido a la esperanza comenzaba a aflorar en su
interior. Una esperanza que jamás había sentido y que como la magia, hacia
desaparecer esa tristeza que había estado aguardando durante todo ese tiempo.
Volvió a dejarse llevar por los impulsos y de un movimiento avanzó hacia delante arrinconando de nuevo a la princesa contra su cuerpo.
-
Bonnibel, ¿Por qué la tienes?-le susurró en el oído.
Sin querer, ascendió
la pierna que tenía flexionada presionándola contra la entrepierna de ésta y la
nombrada suspiró entrecerrando los ojos. Sus cachetes seguían teniendo aquel
hermoso rosado. La pelirrosa le volvía apretar de los brazos, pero de nuevo ella no le alejaba, tan sólo le apretaba.
Sacó la lengua; esta vez para lamer su dulce oreja. Fue una
respuesta demasiado agradable para ella escuchar sus jadeos entrecortados y notar sus
piernas temblar. Le gustaba lo que le estaba haciendo; y lo más sorprendente era que a ella
también a pesar de nunca haberlo imaginado.
Ahora comprendía muchas sensaciones. Esa tristeza, esa esperanza… Las últimas palabras que
había confesado en aquella canción frente a Bubblegum le bombardeaban la
cabeza. Al final no pudo aguantar más y con delicadeza le susurró en un cántico
entre seductor y tierno:
Aunque, yo no tengo por qué hacer contacto contigo
Entonces… ¿por qué te quiero?
¿por qué te deseo?
Deseo tenerte
Añadió esa última frase, la que más ansiaba justo en ese
momento. En realidad, lo que siempre había anhelado. Tenerla. Engañada por la
rabia por ésta corresponderle de esa manera siempre se había conformado con
mentiras. Como las mentiras que ya ni recordaba que inventó al final de esa canción la primera vez que la cantó.
Pues no tenía ningún sentido decir la verdad si la joven le
hubiera rechazado de alguna cruel manera ese día; Por otro lado, no sabía bien cómo ni
por qué pero ahora sabía que eso no iba a suceder. Los gemidos de la joven y su
cuerpo correspondiendo a sus gestos decían suficiente.
El hecho de admitir que la quería tener entre sus brazos,
que quería que fuera suya; era tan estimulante que animaba a que siguiera con
cada uno de sus actos irresponsables de los que ni por un momento pensaba en
sus consecuencias.
-
Bonnibel…-le llamó destapándola del todo y arrojando la
manta de un tirón. Recorrió su silueta con la mano; experimentando esa nueva
sensación. Al llegar al borde de la camiseta y ver que tan sólo llevaba ropa
interior debajo, esbozó una pícara sonrisa.-Parece que siempre hubieras estado
esperando este momento; ¿querías que entrara por tu ventana, Bonnibel?
Con sus seductores susurros, la miró fijamente a los ojos
esperando su respuesta. Ella le estaba mirando enfadada, sin embargo su enojo
no le intimidaba.
-
¡Claro que no!- refutó ella con la voz en alto y juntando
ambos puños apretados aún contra las prendas del colchón.
Marceline le tapó la boca con una mano y la otra la usó para
presionar los labios y chistar.
-
¿Quieres que nos oigan? –le preguntó pensando que sería
la única oportunidad que le daría para que le demostrara que aceptaba como ella la situación
tan extraña en la que se encontraban.- Si no quieres entonces no grites.
Lentamente apartó cada uno de sus finos dedos de su boca y en un inquieto silencio, le miró a los ojos y luego a los labios.
Bubblegum se mantuvo rígida; estaba en una mezcla de asustada y nerviosa. Pero sin decir palabra.
La vampiresa sonrió satisfactoriamente y avanzó el rostro;
presionó su frente contra la suya y
entrecerrando los ojos se mantuvo a dos centímetros de ella mirando sus labios.
Quería besarlos y a la vez esperaba, no sabía si por
disfrutar de la sensación o por qué dudaba de ello. Bonnibel también parecía
esperarlo con la misma ansia; mirándole con la boca entre abierta y observando
su boca.
- Antes de nada, - quiso aclarar para sentirse más
tranquila. Le alzó la barbilla con un dedo, que luego usó para repasar la
silueta de sus comisuras.- ¿podré venir otras noches, pequeña dulce?
LAUZ
Leí tu entrada, y me pareció muy buena! Era tan... tan de Marceline! :3 Oh, God, y la última imagen, me pareció lo que sucedería unas diez noches después ;D
ResponderEliminarMuy buen fic.
._. Y EL PORNO DONDE ESTA EL PORNO??¡ XD esta muy bien echo es muy bueno pero seria mejor si tuviera algo ms fuerte xD UNO DE LOS MEJORES QUE E ojeado x3
ResponderEliminarQué One Shot tan hermoso... Me encanto!!! Me hubiera gustado más si hubiera habido un Beso, pero igual me encanto sigue así!!!
ResponderEliminarsíguelo pls que hermoso
ResponderEliminarsii!!! siguela,me encanto la historiaaa :3
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